sábado, 15 de marzo de 2014

¿QUÉ Y CÓMO APRENDEN NUESTROS HIJOS?

Me gustaría comenzar este blog con un tema importantísimo, de plena actualidad y nada sencillo.   Los cambios tecnológicos, sociales, económicos y culturales del siglo XXI nos llevan a constatar que se están produciendo cambios en la forma de aprender del ser humano.  ¿Qué respuesta da a estos cambios el sistema educativo?

Os pongo un ejemplo: si un cirujano de hace 40 o 50 años se metiera en un quirófano hoy día encontraría serias dificultades para ejercer su labor: los avances tecnológicos en medicina aplicada y el conocimiento científico les impediría realizar su trabajo.
Pensemos en Fray Luis de León, ese profesor del "decíamos ayer...." (frase con la que comenzaba su clase cada día y así hizo tras 5 años encarcelado injustamente y ser liberado). Si tras 5 siglos entrara en un aula de nuestro sistema educativo, ya sea colegio o instituto, no le supondría mayor esfuerzo, no ha cambiado a grandes rasgos el contexto de la enseñanza  y no nos llamaría la atención.
¿No creéis que es para pensarlo?  La escuela sufre un desfase metodológico y pedagógico incuestionable. 

Seguimos con un  enfoque centrado en la enseñanza  más que en el aprendizaje, en el profesor y no en el alumno.  Se suele dar más importancia al temario establecido que a atender a las peculiaridades, necesidades o curiosidades de los estudiantes; a lo que el profesor conoce, más que a lo que el estudiante necesita; al procedimiento establecido, más que a las dinámicas vivas del aula; a la teoría, más que a la práctica; a la exposición magistral, más que al trabajo colaborativo de los estudiantes; al dictado del profesor, más que a la presentación de trabajos; a la información literal, más que a estimular la singularidad creativa; al examen como único instrumento de evaluación, más que a la evaluación continua (real, no ficticia); al estudio individual, más que a los trabajos especiales como forma monitorizada de descubrimiento y aprendizaje; a la ciencia en el aula, más que a la ciencia en el laboratorio; al libro de texto, más que a los recursos tecnológicos coherentes y eficaces; al libro único, más que al entrenamiento en el manejo de documentación complementaria; a las calificaciones, más que a las notas con propuestas directamente orientadas a la mejora, y, lo más relevante en mi opinión: al aprendizaje memorístico, más que al aprendizaje significativo. Entre otras cosas, porque hoy día apreciamos y necesitamos algo que antiguamente se valoraba menos: el pensamiento crítico, la creatividad, la divergencia intelectual, la libertad de razonamiento, la búsqueda de nuevos caminos.

Esto tiene relación con la actitud que "enseñamos" a nuestros alumnos: una actitud absolutamente pasiva. Un alumno puede sentarse a las 9 de la mañana y salir a las 2 sin haber dicho ni "mu". Y a vista de todos será "un buen alumno".  La escuela es un lugar  donde no se discute "la sabiduría" que reside en el libro de texto o en la palabra del profesor.  Seguimos enseñando a nuestros alumnos que su "trabajo" es memorizar conceptos y  repetirlos, conceptos superficiales que olvidan rápidamente y que no llenan de significado.  Nos encontramos continuamente con alumnos desmotivados hacia todo lo escolar.  ¿Estamos educando a nuestros niños y niñas para la vida que vivirán en el siglo XXI?
 
Lo que sí tengo claro es
- que no se aprende por el "mero contacto" con el saber (del profesor o del libro).
- que aprender no es reproducir y repetir conceptos. (la memoria es fundamental para el aprendizaje pero no es la base del conocimiento científico).
- que el aprendizaje es un acto de voluntad (¿por qué no tienen esa voluntad nuestros alumnos?)
- que no todos los niños aprenden igual y tampoco "tienen" que aprender lo mismo y en el mismo momento.
- que la actitud positiva es la actividad, la duda, la reflexión, la participación, la discusión, el debate, la investigación, la creatividad. ¿pero cómo queremos que nuestros alumnos sean creativos si les decimos en cada momento qué tienen que hacer, cómo y cuándo hacerlo?
- que nuestra mayor obligación (padres y maestros) es suscitar el deseo de aprender.
- que debemos dotar a los niños y niñas de las herramientas e instrumentos imprescindibles para aprender y la primera es la curiosidad intelectual y las técnicas de trabajo. Debemos enseñar a pensar.


 

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